8 de agosto de 2011

Parque de la Fraternidad

Parque de la Fraternidad
Cuba


Cualquier lugar del mundo tiene su historia y Cuba, la más grande de las Antillas, no será la excepción. Hay tanto para contar que mis días no serían suficientes. La Habana, su ciudad capital, está plagada de rincones de encanto llenos de memoria. En el anterior post saqué a desempolvar el testimonio sobre la construcción de El Templete, una edificación de estilo greco-latino. Allí mencioné a una Ceiba –una de tantísimas que habitan la isla-, pero esa -simbólica y mística-,  es, tal vez, una de las más importantes que existen; aunque la que se sembró en el Parque de la Fraternidad hace poco más de ochenta y tres años: imponente, mágica y auténtica –como todas ellas- también es representativa, digna de admiración y repleta de historias de hechicerías y maleficios.

Parque de la Fraternidad
Al fondo la cúpula del Capitolio
El Parque de la Fraternidad, una gran plaza que por su estrategia urbanística y por casi un siglo que lleva luciéndose en La Habana, es referencia obligada de los transeúntes capitalinos y por ende, uno de los espacios más populares de la ciudad. Se encuentra ubicado justamente en el centro de una zona que divide a La Habana Vieja, de la nueva, frente al Capitolio Nacional, acogiendo en sus alrededores a numerosos hoteles y uno de ellos –quizá el más antiguo- es el Hotel Saratoga y a menos de doscientos metros, otros no menos añejos como el  Hotel Inglaterra, el Hotel Parque Central y el Hotel Telégrafo. También está el Palacio Aldama, o el arranque de puntos urbanos tan significativos como el Paseo del Prado, la Fuente de la India, el barrio chino y la calle Monte; alegóricos de La Habana. El Parque de la Fraternidad Americana  fue fundado en 1928; pero antes hagamos un poco de historia.

Campo de Marte, S. XVIII
Allí solo había un terreno cenagoso inundado de mangles hace unos tres siglos atrás –poco más o menos-, que después fue convertido en terreno de cocales y otros árboles frondosos; pero que en poco tiempo fue deshecho y abierto a la circulación vehicular. Se dice que en la estancia había un molino de viento donde se reunían los llamados pelucones, gente ociosa que acudía para chismorrear sin dedicar su tiempo a nada importante. También fue el marco de las primeras representaciones cómicas al aire libre que se hicieron en la villa, hasta que en la primera mitad del siglo XVIII se construyó el Campo de Marte que cobró relevancia más tarde cuando los vecinos de la ciudad comenzaron a concurrir de forma animada para presenciar los ejercicios militares de la escasa guarnición de la ciudad colonial. Desde allí se hizo la primera ascensión aerostática que se conoce en Cuba, en el año 1828 y el 29 de junio de 1856, Matías Pérez –radicado en La Habana-, se encargó del segundo vuelo en su globo: “La Ville de París”, que sobrevoló el río Almendares y salió de La Habana hacia el estrecho de la Florida para desaparecer y no ser visto nunca más.

Capitán General Miguel Tacón y Rosique
Gobernador de La Habana, 1834
Hasta entonces era un lugar sin mayor cuantía, hasta que el Obispo Espada ordenó construir calles, sembrar árboles y colocar algunos faroles. No obstante, la verdadera construcción y embellecimiento fue obra del gobernador de la isla, Miguel Tacón y Rosique, de origen colombiano, que se propuso transformarlo completamente entre 1835 y 1837, mandando a limitar el polígono militar con muros de mampostería rematados con lanzas de hierro que permitían a los curiosos observar los ejercicios militares. El campo tenía cuatro puertas cardinales coronadas con escudos de armas y con sendas inscripciones de Colón, Cortés, Pizarro y hasta del mismísimo gobernador, figurando junto a descubridores y conquistadores españoles, como buen ególatra que –dicen- que era. Cabe destacar que este cartagenero, a pesar de su despotismo y represión durante su gubernatura de la isla, La Habana experimento uno de los mayores avances sociales y de obras públicas desde su fundación. A su megalomanía le debemos, la Calle Tacón, adoquinada toda de madera (en la actualidad, solo el pequeño tramo que constituye la calle frontal del Palacio de los Capitanes Generales, mantiene la estructura original); la pescadería del mismo nombre; el edificio de la cárcel Tacón, hoy desaparecido; el Teatro Tacón, hoy Gran Teatro de La Habana García Lorca, etc.

Parque Colón después
del Ciclón del 26 (1926)
Parque de Colón (1835)
Tacón también quiso levantar una estatua de Cristóbal Colón (descubridor de las Américas) en el centro del campo militar; pero este afán no tuvo éxito debido a la negación de la iglesia de entregar los restos del Almirante que habían sido inhumados en la Catedral de La Habana. Muy a pesar de todo, al campo se le empezó a llamar Parque de Colón. Cincuenta y cinco años después el parque había perdido el esplendor que le había conferido Tacón y ese mismo año fue vuelto a remozar recuperando el brillo de sus tiempos. Al año siguiente fue ocupado para ejercicios militares por el gobierno norteamericano y tres años más tarde, con la entrada de la naciente República en 1902, el lugar fue engalanado con jardines, fuentes, caminos y hasta una tentativa zoológica; aunque el famoso huracán  del 20 de octubre de 1926, llamado Ciclón del 26 arrasó con todo, causando cientos de muertos e infinidad de edificios y casas destruidas con sus vientos sostenidos de casi 200 km/h, dejando allí solo un barrizal, un lugar rústico y desolado.

Parque de la Fraternidad Americana,
1928
En 1928, Carlos Miguel de Céspedes, un Ministro de obras públicas que tuvo La Habana en el gobierno del General Gerardo Machado (1925-1933), se encargó de mandar a embellecer el sitio con la directiva del urbanista y arquitecto paisajista francés Jean Claude Nicolas Forestier, lugar que entonces cobraría gran importancia por la construcción del Capitolio Nacional en 1929. Fue así que surgió –finalmente- la plaza que hoy se ostenta en el corazón de La Habana, que se dividió por varios espacios separados por calles con aceras circundantes, esmeradas parcelas con jardinerías de diferentes dimensiones, un mobiliario que destacaba por su alta calidad técnica y artística, como bancos, farolas, ornamentos y fuentes bajo tupidos árboles. En su parcela central se decidió plantar una Ceiba: la madre de los árboles, tan cubana como la Palma Real.

Campesinos que la sembraron
antes de ser trasladada al parque.
Foto archivo: Bohemia.
Se cuenta al arrullo de palmas, que esta especie arbórea, sagrada y bendita, fue sembrada originalmente el 20 de mayo de 1902 en la casa de una familia humilde de San Antonio de los Baños para celebrar la llegada del primer hijo varón de la familia y tenía –como fundamento indispensable- la edad de la República de Cuba. Otros dicen que nació en las tierras del barrio citadino del Cerro y que tenía pocos años de germinada. El caso es que, fuera cual fuera el lugar de donde provino, con mucho cuidado fue trasladada al nuevo parque y el 24 de febrero de 1928, en ocasión de la VI Conferencia Panamericana, se llevó a cabo la ceremonia de inauguración a la que asistieron veintiún jefes de estados con tierras y aguas de los ríos de sus respectivas naciones para abonar las raíces del Árbol de la Fraternidad, esa Ceiba majestuosa que hoy sigue creciendo gloriosa en la Plaza de la Fraternidad Americana o como le llamamos los cubanos simplemente: El Parque de la Fraternidad. Un lugar envejecido por la nostalgia que guarda celosamente con toda la perfección del silencio, las chácharas susurradas en aquellos tiempos felices y que ansioso nos espera porque presiente nuestro inminente regreso.

Ceiba del P. de la Fraternidad
que tiene 83 años.
Se ha dicho mucho que esos actos oficiales tuvieron un carácter mágico. Y deben serlo, porque las flechas de hierro que adornan la verja que rodea la Ceiba son las de Deidades guerreras del panteón Yorubá, con signos de Palo Congo; las veintiuna tierras que se trajeron para sembrarla, las monedas de oro que se arrojaron en el hoyo y la supuesta inferencia del famoso Sotomayor -un Mayombero amigo de algunos políticos influyentes de la época-; son indicios reveladores de que allí “hay algo y algo muy poderoso”. Tema del próximo post.






Referencias

http://www.umbrellatravel.com
http://radiografiamundial.com
El Monte de Lydia Cabrera.

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Orlando Miguel Rojas
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