Bio


Creo que siempre tuve una predisposición especial por las artes escénicas. Imitaba a todos y cada uno de los personajes que veía en la televisión y el cine; me caracterizaba y actuaba como ellos –o eso entendía-. Esos actos –propios de la inocencia pueril- podría definirlos como los más prehistóricos de mi entonces incipiente carrera que estaría por comenzar sin siquiera imaginarlo. Mis actuaciones más rupestres, como las denomino hoy después de tantos años de quehacer artístico.

Mi primer personaje fue un viejecito a los escasos siete años. Un personaje que aparecía de soslayo en los versos de José Martí: Los Zapaticos de Rosa; una versión teatral que se montó en el portal de una de las casonas de la calle donde vivía.

Vienen a verlas pasar,
Nadie quiere verlas ir,
La madre se echa a reír,
Y un viejo se echa a llorar.

Al fondo, sentado y leyendo un periódico.
Mi hermano mayor a la izquierda.
La barba y el bigote eran de la piel de un conejo blanco. De esos que mi abuelo criaba en el patio de su casa que servían para el sustento: la carne como alimento y la piel, bien curada, como adorno de un centro de mesa en el comedor, la que me sirvió para la caracterización. Un poco de talco empolvó de blanco mis cabellos, y los lentes de amplia dioptría focal de mi abuelo dieron el toque personal, descomponiendo mi postura apoyado con su bastón de empuñadura y cuerpo de madera, fabricados artesanalmente y a su medida, lo que a mí me llegaba casi a los hombros.


Está Alberto, el militar
Que salió en la procesión,
Con tricornio y con bastón,
Echando un bote a la mar.

Mi hermano
El personaje de Alberto lo interpretaba mi hermano, seis años mayor. La directora fue mi madre, tal vez de ahí vino mi beta artística; porque aunque no se había formado como tal, ella tenía mucho talento para montar espectáculos y era lo que hacía cada vez que se le presentaba la oportunidad. De todos modos es una gran pianista y ya sea por su afición de directora o por sus estudios de música, fue que le <<entró el agua al coco>>. O quizá, también por el reflejo de mi hermano que incursionó un rato en la actuación por esos tiempos.

Recuerdo que me tomaba muy en serio aquellas viejas películas francesas protagonizadas por Alain Delon que se proyectaban en el cine Apolo del barrio Santo Suárez. El Tulipán Negro y el Zorro, fueron héroes que marcaron una especial admiración. Más tarde aquel simpático viejecito de Los Zapaticos de Rosa no se quedó atrás. Más en serio no me lo hubiese podido tomar. Cuando terminó la función un fotógrafo nos reunió a todos para dejar impreso el recuerdo de aquel inolvidable momento. Fui el último en llegar al grupo y para colmo, aún no me había <<bajado>> del personaje: Vamos a esperar al viejito –Recuerdo que le oí murmurar al fotógrafo, mientras bajaba la cámara y se ponía cómodo- ¡Qué paciencia! Habrá pensado al unísono al ver que yo me tomaba mi tiempo para llegar al grupo, encorvado, apoyado sobre el bastón y dando pasos cortos. Lamentablemente no conservo mayor documentación de esa vívida estampa, porque las fotos principales las perdí.




Mi madre, mi hermano y yo
Nací en la ciudad de La Habana, Cuba, un 18 de julio de finales de los sesenta. Radiaba el sol en la capital ese domingo cuando mi madre se desgarraba por mi alumbramiento en una sala de partos del hospital materno Hijas de Galicia. Llegué al mundo a las diez de la mañana, sin complicaciones y pesando 4,5 kilos… ¡Pobrecita! Fui un bebé muy grande y cabezón. Alguna vez mi madre me contaba que cuando me vio se asustó por el tamaño de mi cabeza; pero que el gineco obstetra le había dicho que no se preocupara que con los años me iría componiendo. Afortunadamente así fue.

A mis cuatro meses
Cabezón he sido siempre, eso sí: terco hasta la médula… ¡genio y figura...! Creo que esa misma terquedad me ha llevado a ir logrando mis metas de algún modo; porque no cejo muy fácil, sino que lucho hasta alcanzarlas. Una testarudez que me personifica y que se define como firmeza, obstinación, deseo y constancia para cumplir cualquier objetivo. ¿Qué me ha sido fácil? No, no lo ha sido. ¿Qué siempre lo he logrado? Tampoco. Pero en mí ha quedado la satisfacción de por lo menos haber hecho lo que debía según mi consciencia. Unas veces con aciertos... y otros tantos desaciertos.

Mi padre quería nombrarme Miguel Ángel; pero mi madre optó por Orlando Miguel y como donde manda capitán no manda marinero, me llamaron: Orlando Miguel Rojas González. Total que mi familia paterna continuó llamándome como Miguel Ángel hasta nuestros días y la materna lo redujo a Migue y mis amigos, a Miguelito; o sea que el Orlando salió sobrando hasta muchos años después…

"Los tres mosqueteros"
Mi madre, mi hermano y yo
Crecí entre los vibrantes cañonazos de las nueve, las acaloradas discusiones sobre pelota en las esquinas, las colas interminables, los frentes fríos del norte, los típicos carnavales, el tradicional dominó y los bellos atardeceres habaneros...; amando una tierra que se detuvo en el tiempo, con sus clásicos autos antiguos y su diversa tipología arquitectónica que -valiente- se resiste en pie a pesar de todo; sin mencionar los detalles calamitosos que ni al caso vienen a relucir. En el barrio de la Víbora forjé mi niñez y en el de Luyanó, gran parte de mi juventud.

Barrio Luyanó
La Habana, Cuba
Tiempos convulsos los de la década del ochenta en Cuba. En lo personal fue una década de descubrimientos, amores, música, amigos, fiestas…; pero también de encuentros y desencuentros, toma de decisiones difíciles y pérdidas familiares. Un decenio muy matizado que marcó mi vida y de cierto modo me convirtió en lo que hoy soy.

Mi madre enseñaba piano, mecanografía, taquigrafía e inglés por cuenta propia en casa, a hurtadillas de un sistema que se oponía a toda actividad particular. Una vez uno de sus alumnos nos invitó a ver una puesta en escena en un teatrito de aficionados por el barrio: Las Leandras. Fue el punto de partida, cuando por primera vez, de manera consciente, me adentré en ese mundo como espectador y desde la luneta me dije: Yo quiero estar allá arriba.

…Y pasó el tiempo y pasó
Un águila por el mar.


El Millonario y la Maleta
Grupo José Jacinto Milanés
La suerte estaba echada y si del destino se trataba, mi camino parecía estar trazado sin siquiera sospecharlo todavía. Tiempo después, luego de medio cursar mis estudios como químico analítico, y más tarde transitar por varios empleos, paulatinamente surgió la oportunidad de incursionar en las artes escénicas. Previamente en el grupo de aficionados José Jacinto Milanés de la casa de cultura de la municipalidad y posteriormente ya como profesional en el grupo teatral Rita Montaner. El primero, además de traerme gratos e inolvidables recuerdos y al mismo tiempo crear buenas y duraderas amistades, me impulsó hacia los iniciales pasos por el mundo de las tablas y la actuación. La práctica, la experiencia y el estudio, fueron las bases fundamentales que se solidificaron de la mano de Juan Carlos Maurén, egresado del Instituto Superior de las Artes (ISA), que avivaron -años más tarde-, mi ingreso al Rita Montaner debido a su tutoría. 

Juan C. Maurén, mi profesor, mentor y amigo,
 durante la gira de La Querida de Enramada en
Santiago de Cuba.
La transición a la vida profesional en Cuba se me facilitó una tarde durante un ensayo de La Querida de Enramada que se ausentó el actor que interpretaba a Quimito, uno de los personajes de la obra. Ya antes, Maurén, me había sugerido que me estudiara esa parte para cuando hubiera una ocasión y así lo hice. Aquella tarde fue la oportunidad perfecta que me propició el beneplácito de interpretar después a Quimito durante una de las funciones que se llevarían a cabo en el marco de una de las giras nacionales del grupo, en Santiago de Cuba. A esta le sucedió Juana de Belciel, una obra del dramaturgo y director, José Milián que me solicitó para interpretar al padre jesuita Surán. Después acaecieron muchas obras más, incursionando en distintos géneros del teatro nacional y universal, desde el drama y la comedia hasta la farsa y el absurdo.

Elenco de La Querida de Enramada
Grupo: Rita Montaner
Una convocatoria para locutor y conductor de la emisora C.O.C.O., me llevó a ese otro medio donde la magia y la imaginación son dos de sus mayores expresiones que la definen mejor. Me sumí en el mundo de la radio durante algunos años, alternando con el teatro y a veces con la televisión. La radio me absorbía gratamente la mayor parte del tiempo que entre puestas en escenas intercalaba. Programas de corte musical e informativo para la juventud y la familia, dramatizados infantiles, noticieros… etc., fueron los que -además de la actuación- me propiciaron gran experiencia sobre el manejo de la voz, y a todo ello sumado, algunos premios.



Lazos de Amor
Partí hacia México en 1994. Al principio me tracé caminos como pude; pero pronto Televisa me abrió sus puertas y en poco tiempo la vida me sorprendió firmando un contrato de exclusividad. Fue entonces que el Sr. Eugenio Cobo, director de contratación y talento artístico, me sugirió usar mi nombre compuesto como mi nombre artístico y así surgió: Orlando Miguel. Lazos de Amor fue la telenovela que me lanzó al mundo de la televisión y luego vinieron muchas más durante los ocho años que estuve como actor exclusivo de Televisa; y a las producciones televisivas le siguieron varias obras teatrales y algunos comerciales. Hasta que en 2002 surgió la oportunidad de trabajar en Colombia.


La Venganza
La Venganza me trajo a los Andes colombianos casi sin desearlo. Cuando me dijeron de trabajar en Colombia puse el grito en el cielo e inmediatamente pensé en un país tercermundista y caótico, pobre y con bombas en cada esquina... Lamentablemente era la información que generaban los medios de comunicación y la injusta mala fama que le daban a la nación colombiana que me resultó generosa y hospitalaria tan pronto tuve la ocasión de conocerla personalmente... ¡Tremendamente maravillosa! y en poco tiempo aprendí a querer a este otro país que me abría sus brazos. Me fue conquistando rápidamente hasta que decidí residir en Bogotá,  donde viví diez años trabajando para la televisión y el teatro. Un nuevo giro del destino me arrastró a La Florida como vendaval sin rumbo y actualmente estoy radicado en Miami, la Ciudad del Sol... (Continuará) 


  "Los náufragos no eligen puerto"
Jacinto Benavente (1866 - 1954)




El origen de esta caricatura


Rapsodia Cubana - Ernesto Lecuona

6 comentarios:

  1. pensar que yo fui parte tambien de esos inicios, me alegro mucho de tus exitos pues te lo mereces por tu tezon y esfuerzo diario.
    me hizo recordar lindos momentos compartidos de la primera juventud.
    que dios te bendiga y sigas adelante

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  2. Que historia mas mágica, es inspiradora y hace soñar :) que la suerte te acompañe.

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  3. EXCELENTE ESPERO NUNCA DEJES DE SOÑAR Y TODO PURO AMOR EN TU VIDA Y MUCHA LUZ HERMANO SALUDOS DE ECUADOR

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  4. Hola Orlando, es un placer saludarte desde mi tierra catracha. Quiero decirte que te admiro mucho. Eres un ser extraordinariamente bello por dentro y por fuera. Me encanta tu trabajo de actuación, y sobretodo, tu manera de ser tan especial y tu sinceridad. Te mando un gran abrazo cariñoso. Bendiciones.

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