13 de septiembre de 2013

EL REINO MÁGICO DE DULCE MARÍA LOYNAZ

El jardín perdido de la niña antigua.
Propuesta de un proyecto de rehabilitación de la casa de los Loynaz que ha sido olvidado.
Vista de la ilustración por la calle Línea, a un lado la iglesita El Carmelo.


Dulce María Loynaz (1902 - 1997)
La casa donde culminó la niñez y adolescencia la escritora cubana Dulce María Loynaz, contexto de su novela lírica Jardín, se viene abajo. Es hoy una ciudadela que se cae a pedazos en medio del Vedado. Ni apelando siquiera a la imaginación sería posible distinguir el jardín novelesco de Dulce María, donde las mariposas y pinzones ascendían por entre las ramas de plantas exuberantes y la diversidad de árboles, cuyas copas se entretejían en toldos de frescura. Y por los canteros, se desbordaban jazmines de El Cabo, begonias, embelesos, dalias y violetas; además de las exóticas bestezuelas, fuentes con pececillos de colores, mármoles antiguos, bancos acogedores, esculturas, puentes colgantes, caminos perdidos entre la verdura, y hasta un pequeño tren que aportaba una riqueza exclusiva al jardín de Bárbara, el álter ego de la escritora.

Daba la impresión que lo primero que construyeron sabiamente fue el jardín y después acomodaron dentro, en lo que restó, la casa, que entre otros encantos poseía el privilegio de tener la luna enterrada. En ese escenario tuvo lugar el desarrollo intelectual, cultural y espiritual de los Hnos. Loynaz, y de manera directa o indirecta, fue protagonista de muchas de las obras de Dulce María. Territorio de creación y reunión obligada de lo más selecto de la intelectualidad cubana e internacional; sólo bastaría mencionar a Lorca, Mayakovsky o Carpentier, o la amplia concurrencia a las “Juevinas”, las magníficas tertulias en el salón gris azulado, cada jueves a las cinco de la tarde.

Casona de los Hnos. Loynaz hacia calle Línea. 
Vedado, Habana - Cuba
De esa opulencia no queda nada; han hecho de las suyas el tiempo, la desidia y la depredación. Este conjunto de toda una manzana ubicado entre las calles Línea, 14, Calzada y 16, en lo que fuera el barrio El Carmelo en el Vedado, apenas se reconoce visual y oficialmente. Sólo aquellas miradas más atentas encontrarán en él un sitio ruinoso, con inserciones improvisadas y la pasiva vida de un montón de perros y gatos callejeros, aves de corral, ratas y mosquitos que cohabitan el inmueble junto a una veintena de familias ilegales.  Pocos son los árboles que den fe de lo que un día fue la historia de un lugar único; aunque todavía se resisten algunos retoños que asoman discretos en busca de luz, junto a algunos duendes y espíritus que en vano intento por preservar la leyenda y el encanto, se extravían en el yermo calcinado. Un jardín olvidado que espera ser redescubierto; pero parece no importarle a nadie.

Lo cierto es que las lágrimas que derramó Dulce María - o la niña Bárbara - por este jardín mágico, no cuentan; porque el amor, la belleza y la cultura sufren el complot de otra historia saturada de héroes, hazañas y consignas revolucionarias.


Las cosas que se mueren (a Dulce María Loynaz) - Ariel Díaz
Casona de los Loynaz
Ilustración de Nancy González
Referencias:

  • Fe de Vida - Dulce María Loynaz. Editorial Hermanos Loynaz (1994)
  • La casa donde enterraron la luna - Alejandro Acosta. Artículo de Bohemia.
  • Con mucho de cal y de ternura - Lizbeth Villegas Gutiérrez y Orlando Inclán Castalleda. Colección Memoria.
  • Dulce María Loynaz: poesía, ensueño y silencio - Aurelio Boza Masvidal


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