Melodías para
hechizar enanos
La indetenible plaga de unos comejenes que invadieron recientemente las paredes, techos, ventanas, puertas, muebles y toda madera que se le interpusiera, en un municipio de La Habana, debe cesar su ocupación intervencionista, abandonar las tablas o perecer bajo el humo y las palabras de un pueblo enardecido.
Aunque se supo que ante la denuncia formulada
por un vecino, se movilizó una fuerza anti - comejenes que falló su primera
escaramuza por falta de petróleo para arrancar las “bazucas”, tenemos fe en la
constancia revolucionaria para evitar que le caiga comején al piano. Un ejemplo
elocuente es la carta escrita por el presidente de la Asamblea Municipal del
Poder Popular, donde asegura lamentar no haber recibido la misiva anterior, y
promete que accionarán en el área afectada por los invasores.
Pero los comejenes siguen ahí, aferrados
como el Macao. Lo que nos obliga a pensar en un estudio minucioso de su comportamiento
social, que abarque el nivel de reproducción, la integración revolucionaria, su
participación en las actividades de masas y las pretensiones futuras en el seno
de la comunidad. Pero como si eso fuera poco, compañeros, y en contraposición
con nuestro sistema igualitario -en teoría-, están divididos en clases, lo que
les permite practicar de forma descarada la explotación del comején por el
comején. Y al igual que nuestros dirigentes -para colmo-, la reina y el rey
viven diez años más que sus vasallos, alcanzando un tamaño físico y espiritual
veinte mil veces mayor al de las trabajadoras.
Pero fíjense si tratan de confundir y copiarse
de nuestro sistema, que las trabajadoras son las que construyen y abastecen el
nido, cuidan los huevos, alimentan y asean a la clase privilegiada de esa
cochambre insectil donde sí prima el verdadero diversionismo ideológico, el
sálvese quien pueda, y la no menos mala teoría del consumismo para los de
arriba y las restricciones para los de abajo. De cada exquisito bocado de
cedro, algarroba, roble americano, y hasta de la vulgar pinotea que consumen a
diario los reyes y los altos funcionarios comejénicos, los trabajadores prueban
bien poco.
Para concluir:
Analizando que no hay petróleo para las
bazucas de fumigación y que no queda insecticida en los almacenes -según un <<profundo>> estudio realizado
por una comisión gubernamental y otros colaboradores-, proponemos lo siguiente:
1. Como el carnicero del barrio hace más de
medio siglo que no usa el cuchillo; debemos adiestrarlo para que degüelle a los
reyes en un ataque suicida, perpetrado a las sombras de un apagón. Inmolado el
carnicero en esta acción patriótica, de inmediato se enviará a un escuadrón
especial de vendedores ambulantes de caramelos y palitos de tendedera como
combustibles, para que pesquen infraganti a los golosos funcionarios de segundo
nivel que, sacados de la colonia por la gula, serán encerrados en un equipo de
panes para la población y conservados como una muestra de nuestra eficacia.
2. Para eliminar a las trabajadoras y a los
soldados comejénicos, bastará con anunciarles -respectivamente- que partirá una
balsa de Jiquí rumbo norte y que -finalmente- se firmó la paz de una guerra
nunca efectuada contra el ejército de hormigas que viven en la mampostería de
las viviendas aledañas invadidas.
Si por culpa de las <<artimañas del Imperio>> no da resultado
estas medidas para erradicar la invasión de comejenes, pasar de inmediato a la
fase dos: botar las puertas, las ventanas y el inmobiliario de las viviendas. Y
en el caso de que persista la ocupación, usar una tea incendiaria como remedio
a todos los males.
Lo importante, estimados compatriotas, es
que no le vaya a caer comején al piano del solista, donde suele tocar las más
sublimes melodías para hechizar enanos.
Versión y edición
libre basada en “Receta para matar el comején”
Movimiento Sindical
Independiente de Cuba
Al vaivén de mi carreta - Guillermo Portabales
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