ÉL ES LA CANCIÓN:
Un negro en flor
Se trata, probablemente, de uno de los más geniales músicos que ha dado la isla caribeña e indiscutiblemente, pura estampa de la idiosincrasia cubana.
Nacido en Guanabacoa, cuna de arraigadas tradiciones musicales y folklóricas, un 11 de septiembre de 1911. Ayer se cumplieron 100 años de su natalicio. ¿Su nombre? Ignacio Jacinto Villa Fernández, que dicho así tal vez no diga mucho; pero si levantamos mayúsculas y escribimos: BOLA DE NIEVE, es de muchísimos conocido este popular intérprete, compositor y pianista cubano. Un singular fenómeno artístico que pasó a la historia de la música cubana e internacional.
Vete de mí
Su debut no fue en Cuba, sino en México. Corría el año 1933 allá en La Habana e Ignacio tocaba en el bar del hotel Sevilla, y una buena noche a la que asistió Rita Montaner, que dicho sea de paso, también nacida en la villa de Guanabacoa, conocida como LA ÚNICA y una de las más grandes artistas cubanas con un notable éxito nacional e internacional, lo descubrió en aquel barcito de Centro Habana y quedó impresionada con su música, al extremo que lo contrató inmediatamente como su acompañante para su gira en México.
Rita Montaner y Bola de Nieve en la gira de México. 1933 |
Con apenas 22 años paró a cuatro mil personas, que llenaban el Politeama de México, en una ovación cerrada, cuando una noche -en la que no estaba Rita-, lo lanzaron al escenario como solista. Aturdido, nervioso y sin saber qué hacer canto: Vito Manué, tú no sabe inglé, de Grenet y Guillén. Aunque era popular en tierra azteca, nadie lo conocía en Cuba hasta que se encontró con Ernesto Lecuona: “Llegué a Cuba y debuté, y me tocó la suerte de que no me tiraran hollejos de naranja y piedras, ni nada. Me aguantaron. Yo seguí abusando de la gente y hasta hoy estoy trabajando en eso” (1971)
Victo Manué, tú no sabe inglé
Hay una contradicción en cuanto al surgimiento del apelativo: Bola de Nieve. Para muchos lo creó Rita Montaner una noche en la que la acompañó al piano con el Manisero y Siboney. Otros dicen que fue idea de un médico del barrio. En lo que sí no queda la menor duda es que fue gracias a Rita Montaner que se hizo famoso aquel incisivo mote que, según cuentan, fue la propia cantante quien ordenó que pusieran en el cartel de presentación: “Rita Montaner y Bola de Nieve”.
Su estilo fue único, y me atrevería a asegurar que irrepetible. Llevaba en sí esencias ancestrales que fundió con su manera singular de cantar. Su voz, su maestría al tocar el piano y el modo de interpretar sus propias creaciones o de autores nacionales e internacionales, le dieron un sello original que difundió por todo el mundo. A donde fue más de una vez, le pedían un próximo regreso.
Cantó vestido de frac y a risa suelta. Lo hacía a su antojo, moldeando la canción entre las ventanas de su diálogo, con sus inflexiones y su voz ronca de: “vendedor de duraznos y ciruelas” –como solía decir. Cantó sin voz; pero arrancando aplausos en idiomas de cuatro continentes y con su desmesurada sonrisa, rompió el empaque de la gala teatral.
En 1971 partió hacia México en una escala hacia su destino posterior: Perú, donde le tenían preparado un homenaje en Chabuca Granda; pero nunca llegó. Muere a sus sesenta años, el 02 de octubre a las cinco de la madrugada en México, curiosamente el país en donde nació para el mundo del arte, como: BOLA DE NIEVE.
Tuvo el privilegio de compartir escenarios con verdaderos iconos de la cultura cubana y mundial, como la que lo lanzó: LA ÚNICA, Rita Montaner o Rita de Cuba; Ernesto Lecuona; Esther Borja, Pedro Vargas, Lena Horne y Libertad Lamarque, entre otros. Edith Piaf sorprendida por la forma de interpretar su canción La Vie en Rose, afirmó una vez que escucharlo era como asistir al nacimiento de la palabra y la música.
La Vida en Rosa
Ayer fue el centenario de su natalicio, y se prevén celebraciones en Cuba desde diferentes manifestaciones artísticas que se extenderán hasta el venidero mes de octubre, en reconocimiento a su talento y grandeza. La principal de ellas será la puesta en escena de un espectáculo musical del dramaturgo Héctor Quintero: Monseñor Bola. Además de exposiciones, coloquios, conciertos y audiovisuales.
Una vez le preguntaron en una entrevista: “¿Qué escribiría si tuviera que redactar un slogan recomendándose a sí mismo?” –y respondió: “Bola de Nieve: Un negro en flor”. Hace 40 años desapareció físicamente ese negro en flor que se adueñó de los escenarios y públicos de los más famosos y recónditos lugares. Un hombre que era una espectacular y efectiva síntesis de personalidad, voz y piano. La amabilidad en el gesto acompañada por su inigualable sonrisa; la elegancia impecable; la media voz y las melódicas armonizaciones sobre su tosca figura; el timbre áspero y la vitalidad agreste de los ritmos criollos, fascinaron a todos aquellos que apreciaron su arte. Y de él dijo días antes de morir: “Yo no tengo fanáticos, devotos es lo que tengo yo […] porque yo soy la canción; yo no canto canciones ni las interpreto. YO SOY.
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