UNA HISTORIA QUE PONE LOS PELOS DE PUNTA
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El maleficio |
Una historia que data de hace casi un siglo cuenta que el dictador Machado, el presidente de la República de entonces que inauguró y sembró una Ceiba en el Parque de la Fraternidad, hizo un mega trabajo de brujería y que este se encuentra enterrado desde entonces en el corazón de La Habana, bajo aquella Ceiba. La Nganga (prenda) tiene todos los hierros: huesos de difuntos, tierra de 21 países y de cementerio, piedra de rayo y una prenda más judía que el mismo Moisés. Dice Lydia Cabrera en su libro El Monte que hasta monedas de oro hay bajo sus raíces y que las flechas de hierro que adornan la verja que rodea el árbol son de deidades guerreras del panteón yoruba, con signos de palo Congo. Machado buscó -aquella noche de martes- a los más sonados mayomberos del país, que incluso algunos habían sido esclavos nacidos en África.
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Gral. Gerardo Machado Presidente de Cuba (1925-1933) |
Enfermo de soberbia y vanidad, el General Machado preparaba su prórroga de poder (1932), pues necesitaba seis años más para cumplir su obra de gobierno; pero la oposición crecía y era cada vez más levantisca, que años de cruenta represalia no lograron aplastar. Dicen que en su huida el 12 de agosto de 1933 hacia Nassau, el dictador pronunció su maldición agorera: “Después de mí, el caos”. Y aquí les va este relato que me encontré por Internet, una historia que pone los pelos de punta:
“Quizá sea ya el momento de contar la historia de la ceiba maldita y del jardinero del Capitolio. Aunque nunca hasta ahora lo había hecho, debo reconocer que la he tenido siempre presente, como esas profecías que se callan por temor a que se cumplan. Tiene mucho que ver con esos paseos semanales en los cuales acompañaba a mi madre y a mis tías por la calle Monte.
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Palacio Aldama |
El paseo comenzaba en Belascoaín, en la famosa esquina de Cuatro Caminos. En aquel tiempo, cuarenta y tantos años atrás, Monte me daba la impresión de una calle cosmopolita, limpia y divertida. Las vidrieras de las tiendas, pensaba yo, nada tenían que envidiar a la de las grandes ciudades. Y recuerdo especialmente y con sumo agrado, el instante en que llegábamos al sombreado portalón del palacio Aldama, frente al cual se abría con esplendor el Parque de la Fraternidad.
Es de sobras conocido que las tiranías latinoamericanas (o de cualquier lugar) no suelen ser originales. Entre otras cosas repugnantes, sabemos que parten del presupuesto de su inmortalidad. Los caciques cuentan con que su nombre será bendecido a lo largo de los siglos. Es lógico que en medio de tanto delirio y voluntad malsana de poder, y rodeados de tanta pobreza, posean la enfermedad del mármol y la estatuaria, como si asociarse a la dureza del bronce, del pentelikon o del alabastro les asegurara un relámpago en la eternidad.
Gerardo Machado, uno de los tantos dictadores que ha presidido Cuba (1925-1933), construyó el Parque de la Fraternidad con motivo del VI Congreso Panamericano celebrado en La Habana en 1928. Sin saberlo edificó un oasis: álamos, laureles y palmas reales detienen el griterío de la ciudad y brindan al viajero un lugar de descanso.
Un negro viejísimo, con esa majestad y porte de rey milenario, una vez contó a mi madre lo siguiente:
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Ceiba del Parque de la Fraternidad |
¿Usted ve esa ceiba? –Señalando el imponente árbol cuyas raíces pugnaban por romper la tierra del Parque. Mi madre respondió que sí, que ¿qué ocurría con eso? Está maldita –Dijo el anciano y prosiguió- Yo era el jardinero en los años treinta de este parque, señora. Primero fui ayudante del guardavía en la estación de Villanueva, y luego, cuando construyeron el Capitolio, decidí hacerme jardinero. Era un trabajo poco complicado: podar, recortar… -He hizo una pequeña pausa mientras se secaba el sudor- Una noche cerrada de 1932, me requirió la policía de Machado y junto a cinco jardineros y un babalawo, a las dos y treinta de la madrugada, nos hicieron depositar algo en la tierra bajo la ceiba que usted ve allí. Después Machado sacó un reloj que tenía fijado a su chaleco con una leontina; miró la hora, sonrió y agregó:
“Es un maleficio para no perder el poder y en caso de hacerlo, Cuba nunca será feliz”. Entonces guardó el reloj.
El negro nos miró con cansancio para luego agregar que la ciudad desde esa noche estaba maldita, la isla entera estaba maldita. Era un bilongo traído de Nigeria. ¡Pal Carajo!”
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Glosario
Nganga: Prenda o urna. Recipiente sagrado.
Piedra de rayo: Conocidas también como ceraunias. Son piedras, de origen natural, en forma puntiaguda que muchas culturas le confieren poderes mágicos.
Mayombero: Título que denota al hechicero que oficia la tradición conga, conocida como Palo Monte
Pentelikon: Del griego: Antigua forma de mármol.
Alabastro: Piedra mineral de yeso compacta.
Bilongo: Maleficio, brujería.
Nigeria: País en el oeste de África de donde procede la religión yoruba traída por los negros esclavizados a Cuba.
Referencias
El Monte, por Lydia Cabrera.
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